12 ¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no son mejores que
todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos para quedar
limpio?» Y, dando la vuelta, partió encolerizado.
13 Se acercaron sus servidores, le hablaron y le dijeron: «Padre mío; si
el profeta te hubiera mandado una cosa difícil ¿es que no la hubieras hecho?
¡Cuánto más habiéndote dicho: Lávate y quedarás limpio!»
14 Bajó, pues, y se sumergió siete veces en el Jordán, según la palabra
del hombre de Dios, y su carne se tornó como la carne de un niño pequeño,
y quedó limpio.
15 Se volvió al hombre de Dios, él y todo su acompañamiento, llegó,
se detuvo ante él y dijo: «Ahora conozco bien que no hay en toda la tierra
otro Dios que el de Israel. Así pues, recibe un presente de tu siervo.»
16 Pero él dijo: «Vive Yahveh a quien sirvo, que no lo aceptaré»; le
insistió para que lo recibiera, pero no quiso.
17 Dijo Naamán: «Ya que no, que se dé a tu siervo, de esta tierra, la
carga de dos mulos, porque tu siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificio
a otros dioses sino a Yahveh.
18 Que Yahveh dispense a su siervo por tener que postrarse en el
templo de Rimmón cuando mi señor entre en el templo para adorar
allí,
apoyado en mi brazo; que Yahveh dispense a tu siervo por ello.»
19 El le dijo: «Vete en paz.» Y se alejó de él una cierta distancia.
20 Guejazí, el criado de Eliseo, el hombre de Dios, se dijo: «Mi amo
ha sido indulgente con Naamán, ese arameo, al no aceptar de su mano
lo
que traía. ¡Vive Yahveh!, que voy a correr tras él y tomaré algo
de su
mano.»